Mensaje con motivo del Adviento 2024

Como María,

seamos peregrinos de la fe,

siempre en marcha. 

PAZ Y BIEN.

 

“¿Cómo podrá ser esto?” (Lc 1, 34). Una pregunta que surge del corazón sosegado de la joven de Nazaret ante la noticia de un embarazo inusual, insólito… Y la respuesta: El Espíritu Santo se posará sobre ti (Lc 1, 35). ¡Realmente, solamente el Espíritu de Dios puede obrar tales maravillas! Así es como aquella joven se convierte en Madre de la Vida. Comienza entonces su peregrinaje de fe, confiando en el Padre celestial que enviará su Luz al mundo. Ese es el sentido del Adviento: peregrinar hacia la Navidad como pueblo de Dios, como comunidad cristiana, como fraternidad, como creyentes, en busca del encuentro con Jesús. Asimismo, nuestra vida es un peregrinaje hacia el encuentro pleno con Él.

 

También nosotros, ante las curvas inesperadas de la vida, nos preguntamos: ¿Cómo podrá ser esto? Y buscamos luces que nos guíen. Por eso, en este Adviento que iniciamos, les invito a tomar conciencia de lo que significa vivir con actitud de peregrinos de la fe. Quiero hacerlo fijándonos en María, en aquellas primeras semanas de embarazo, cuando se descubre Madre del Hijo de Dios:

 

A.- “Dios te salve, llena de gracia” (Lc 1, 28). El ángel, al saludarla, no la llama María, sino LLENA DE GRACIA. Ese es su verdadero nombre. El don de Dios se ha derramado en ella y se siente llamada con un nombre nuevo que encierra una misión. Tiene “oído de discípula” (cf. Is 50, 4) y empieza a intuir que su vida tomará otro rumbo, que la luz del cielo la guiará por senderos insospechados. Solamente necesita FE en ese Padre amoroso que ensancha su corazón. María se deja SORPRENDER por los caminos siempre misteriosos de Dios. Hermano o hermana, déjate sorprender por Dios y pregúntate: ¿cuál es mi verdadero nombre, el que me identifica y configura mi misión?

 

B.- “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). Abierta a la voluntad de Dios, se abandona en sus manos, pues para Él “no hay nada imposible” (Lc 1, 37). Se siente tan amada que su “sí” se convierte en un éxtasis, una salida de sí misma, ya que su centro de gravedad se desplaza hacia el Señor que la atrae. Podríamos decir que ella es ÁVIDA DE OBEDIENCIA, de poner en práctica la Palabra, de buscar y cumplir el querer divino en todo momento. No caben negociaciones ni regateos; solo se necesita FE para encontrar la felicidad viviendo según los planes de Dios, sean cuales sean los medios. Hermano o hermana, sé ávido/a de obediencia y pregúntate: ¿dónde está mi centro de gravedad?

 

C.- “María se puso en camino y fue de prisa a la montaña” (Lc 1, 39). Se levanta y, en un pequeño hatillo, recoge las pocas cosas imprescindibles para ponerse en camino. Ligera de equipaje, se dirige a la montaña, al encuentro de su prima Isabel, con un único propósito: compartir la alegría de las buenas noticias de aquellos embarazos misteriosos. Se arriesga a cruzar montañas y a enfrentar las dificultades que ello conlleva. Con FE, se pone en las manos providentes del Padre y, despojada de toda seguridad humana, se siente una “ANAWIN”, una pobre de Yahvé, de aquellas  personas desposeídas de todo que, con el corazón abierto, buscan a Dios y ponen en Él toda su confianza, porque es su único bien. Hermano o hermana, busca ser un/a “anawin” y pregúntate: ¿cómo puedo vivir más despojado/a, más confiado/a en Dios?

 

D.- Tan pronto como he oído tu saludo, mi hijo ha saltado de alegría en mi vientre(Lc 1, 44). Incluso en las entrañas de Isabel se percibe la ALEGRÍA que María transmite. De ella se puede decir: ¡Qué hermoso es ver llegar por las colinas al que trae buenas noticias, al que trae noticias de paz!” (Is 52, 7). María lleva la Buena Nueva y la comunica casi sin palabras, con su presencia: el saludo, el abrazo, la sonrisa, la mirada brillante que refleja un profundo gozo interior. Dejarlo todo y salir al encuentro de los demás para compartir el camino de la FE es un signo del Reino que María ya anuncia. Hermano o hermana, vive la alegría del Evangelio y pregúntate: ¿cómo puedo comunicar más y mejor el gozo de la Buena Nueva?

 

E.- “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva” (Lc 1, 46-48). La ALABANZA y la GRATITUD están en el corazón y en los labios de María porque, gracias a su FE, sabe que el cuidado, la misericordia y el amor de Dios son diarios y perduran en el tiempo, tal como dice el profeta: El hombre en quien yo me fijo es el pobre y afligido que respeta mi palabra”  (Is 66, 2). Por eso agradece las maravillas que Dios ha obrado y sigue obrando en ella, a pesar de las oscuridades y los tropiezos del camino. En su canto brotan expresiones de humildad: pequeñez, servicio, pobreza, alegría… Y lo percibe como una bendición; se siente bienaventurada y tiene la certeza de que lo será de generación en generación. Hermano o hermana, sé agradecido/a y alaba continuamente al Señor; y pregúntate: ¿cómo puedo revestirme de humildad?

 

Ciertamente, estos son algunos rasgos característicos del peregrinaje de la fe. Y María es un claro espejo de ello porque se dejó visitar por su Señor y, con el Hijo en su vientre, se convirtió en visitación para el prójimo, pues comprendió que estaba llamada a vivir la fe en “modo encuentro”. Así nos muestra como las dos dimensiones de la fe se funden en una misma realidad: desde el silencio del corazón, escuchar, acoger y amar a Dios y a los hermanos. Se trata de fundir en un mismo abrazo al Creador y a las criaturas, desde la confianza en Él y la aceptación de la propia vulnerabilidad y la de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. En definitiva, estamos invitados a vivir la fe a corazón abierto; algo que, como dice el Papa Francisco, hace mucha falta hoy:

 

“En este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón, apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis; allí donde los seres concretos tienen la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones. (…) El hombre contemporáneo se encuentra a menudo trastornado, dividido, casi privado de un principio interior que genere unidad y armonía en su ser y en su obrar. Falta corazón” (Dilexit nos, 9).

 

Y quizás volvemos a la pregunta inicial: ¿Cómo podrá ser esto? Tal vez ya vislumbramos destellos de luz al mirar a María y sus actitudes, especialmente la de la confianza. Es bueno recordar las palabras del profeta: “Bendito el hombre que confía en el Señor” (Jr 17, 7). Con esta convicción, como María, confiemos en Él y en lo que puede hacer en nosotros y en los demás. Así, además de ser peregrinos de la fe, siempre en marcha y sin desfallecer, nos convertiremos en peregrinos de la esperanza, pequeñas luces en la Iglesia y en medio de nuestro mundo, a las puertas del Jubileo del año 2025.

 

Que María, la Joven del , interceda para que el Espíritu se pose sobre nosotros y nos capacite para vivir como “peregrinos de la fe siempre en marcha”, dejándonos sorprender por el Señor, ávidos de buscar y cumplir su voluntad, humildes, alegres y agradecidos. De este modo, con María y como Ella, haremos de nuestra vida un canto de alabanza al Altísimo y, viviendo como “peregrinos y forasteros en este mundo” (RCl 8, 2), encontraremos la luz y la paz del Hijo que está a punto de nacer.

 

Con el deseo de un Adviento iluminado por la fe y la confianza en Dios, les abraza su hermana, 

 

Mª Carme Brunsó Fageda.

Superiora General.

Barcelona, 1 de diciembre de 2024.