08 oct. Mensaje a la Familia Tousiana con motivo del bicentenario del nacimiento de la Madre Remedio Palos, cofundadora del Instituto.
“Madre Remedio es una humildísima violeta que repliega su corola en la hojarasca y cuyo perfume trasciende por doquier en influencia bienhechora, a través de los tiempos”. (Estampa 3)
PAZ Y BIEN.
Hoy, 8 de octubre de 2025, es una fecha señalada en nuestro calendario por ser el día en que se cumplen 200 años del nacimiento y bautismo de nuestra querida hermana mayor, la Madre Remedio Palos Casanovas. Por ello, deseo compartir con todos vosotros unas palabras de agradecimiento a Dios por habernos regalado tan humilde hermana para plasmar en la vida cotidiana el carisma inspirado por el Espíritu al beato José Tous. Y la mejor manera de agradecer es reconocer su legado.
¡EL AMOR NOS MUEVE! Y nos mueve a nosotros, porque primero movió al P. Tous y a la Madre Remedio y ellos nos dejaron ejemplo. Un amor a Dios y al prójimo que se reflejó en ella, a través de sus años como Capuchina de la Madre del Divino Pastor, por su íntima unión con el Señor, sin protagonismos y, a la vez, audaz y esperanzada, lo que la hizo silenciosamente fecunda. Así la descubrimos al comprobar el sello que imprimió en el Instituto. Veámoslo.
A.- Alma sedienta de Dios:
María del Remedio, nombre con el que fue bautizada, atraída por la dulzura del amor divino, se sentía cautivada por aquellas palabras de Jesús: “Venid a mí… y yo os daré reposo” (Mt 11, 28). Le calaban hondo en su corazón. La sed de Dios la puso en movimiento durante toda su vida. Y Dios encontraba en ella descanso por su bondad, por sus largas horas “haciéndole compañía” en el sagrario, por su amor. Creador y criatura se fundían en el mismo anhelo: AMARSE.
Desde el amanecer le buscaba, llegando tempranísimo a la capilla, incluso en su vejez. Ella se alimentaba de Él en la Eucaristía, se saciaba con cada comunión, como fiel discípula del P. Tous, adorador eucarístico. Jesús y la Madre Remedio se encontraban en el silencio, se escuchaban, se miraban, se consolaban, se daban mutuamente y, así, se fue transformando su corazón, como el de una niña confiada en los brazos de su Padre (cf. Sal 131), porque ¡EL AMOR A DIOS LA MOVÍA!
B.- Hija de María.
“Es muy cierto que todos necesitamos que la divina Madre nos mire con ojos de misericordia” (J. T. Circular 1864). La Madre Remedio ¡cuántas veces había oído pronunciar estas palabras al P. Tous! Aquella filial devoción del Fundador había hecho mella en ella. Rezaba, una y otra vez, el Avemaría. El Rosario era su oración preferida, a toda hora, mientras resonaba en su interior el saludo del ángel: “El Señor está contigo” (Lc. 1, 28); y, como en María, su alma crecía en confianza en Dios. Y en confianza en Ella, pues en la cruz Jesús nos la dejó por Madre (cf. Jn 19, 27). La tenía como modelo, intercesora e inspiradora en su donación al Señor. ¿Quién mejor que Ella podía enseñarle el camino de la santidad?
Cada mañana llegaba la primera a la capilla y, en el silencio de su corazón, elevaba su plegaria a la Divina Pastora, confiándole todo: los anhelos, los afanes, la fraternidad, las alumnas, los retos del Instituto… y, con los ojos fijos en su tierna mirada, repetía como Ella: “¡Hágase!” (Lc 1, 38), porque quien confía en la Madre, nada le falta ni nada le paraliza: ni aparentes fracasos, ni tribulaciones, ni pobreza, ni trabajos… Y, así, como hija confiada en su corazón maternal, se entregaba y amaba sin medida, porque ¡SU AMOR LA MOVÍA!
C.- Madre de misericordia
Bondad, ternura, compasión… reflejadas en “su mirar, dulce y tranquilo, y su atractiva y suave palabra” (Estampa 3). Su mirada y su palabra, expresión de la misericordia que recibía de Jesús en quien tenía fijos sus ojos a diario. Desde niña experimentó la fragilidad humana y, siempre, el abrazo misericordioso del Padre que la sostenía y le regalaba su providencia. De ella podemos decir que hacía realidad las palabras de San Francisco: “Que no haya hermano que se aleje de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu misericordia” (cf. CtaM 9).
Y quienes convivían con ella tenían experiencia de ello: una mirada que se transformaba en acción caritativa hecha de detalles, de cuidados, de sonrisas, de amabilidad, de paciencia, de palabras de ánimo, de generosidad, de servicio abnegado y silencioso por el bien de las hermanas, de las alumnas. Era un icono de misericordia que la convertía en madre espiritual, porque ¡EL AMOR LA MOVÍA!
D.- Hermana pacificada
“La paz de Cristo dirija vuestros corazones” (Col 3, 15). Donde se hallara y en todo momento, la Madre Remedio trasmitía paz. Su alma vivía pacificada porque cumplía la voluntad de Dios: quería lo que Dios quería. Sabía que Él obra y da por caminos ocultos los bienes mayores: “¡Lo mejor es hacer la voluntad de Dios, trabajando mucho por su gloria y bien del Instituto” (Estampa 11).
Abrazaba las circunstancias como paso de Dios, confiando en que “Él ya sabe lo que nos conviene” (J. T. Carta 16-6-1868). Se silenciaba, aceptaba, escuchaba atentamente, discernía, se comprometía, resolvía con sosiego, pedía con fe y confianza en Dios… y permanecía en paz, porque vivía reconciliada y era instrumento de reconciliación. Fluía en torno a ella “la paz, la caridad, la unión, la armonía” (J. T. Circular 1864), porque ¡EL AMOR LA MOVÍA!
E.- Pastora según el corazón de Dios
“Os daré pastores según mi corazón, que os apacentarán con inteligencia y sabiduría” (Jer 3, 15). A ella se le pueden atribuir estas palabras porque su espejo era Jesús en la cruz, amando hasta el extremo (cf. Jn 13, 1), el Buen Pastor, manso y humilde de corazón (cf. Mt 11, 29) que da la vida por sus ovejas (cf. Jn 10, 11-16).
La Madre Remedio fue llamada a ser pastora del rebaño, no solamente de las alumnas a quienes educaba con amor maternal, sino también de sus propias hermanas. Como hermana mayor desde los inicios en Ripoll se la veía prudente, humilde y fidelísima a las orientaciones del P. Tous; como maestra de novicias moldeaba con suavidad y firmeza las almas de las jóvenes según el carisma del Instituto; como superiora de la comunidad acompañaba a cada hermana en su seguimiento de Jesús al estilo capuchino; como consejera general se percibía su sabiduría para mantener la identidad carismática.
Con palabras del papa Francisco podríamos decir que era una pastora “con olor a oveja”, pues siempre estaba cerca y en medio de sus hermanas, iluminándolas con el ejemplo de sus virtudes, cuidándolas, velando por ellas, apacentándolas, llevándolas al redil de la Pastora Divina.
“Para ella no había otra norma que la que manda la santa Caridad… Caridad en sus palabras, siempre mesuradas y sencillas. Caridad en sus obras de gran abnegación por todas, sin excepción alguna… ¡Caridad en sus pensamientos!” (Estampa 11).
Entregaba la vida sin reservas ni cálculos: una verdadera pastora ¡MOVIDA POR EL AMOR!
Ciertamente, la Madre Remedio descubrió la fuente de la felicidad que es Dios y escogió el sendero de lo pequeño y la vida oculta para amarle, por ello fue humildemente fecunda:
“El Señor la dotó de todas las virtudes, de entre las cuales descuella a una altura que solamente Dios puede aquilatar, la SANTA VIRTUD DE LA HUMILDAD… Humildad profundísima que la hizo siempre permanecer oculta. OCULTA EXTERIORMENTE, pues interiormente sus hijas la reverenciaban y amaban como era merecedora” (Estampa 3).
Y la manera de reverenciarla y amarla es agradecer a Dios el don de su vida, permanecer fieles a su legado y pedir su intercesión para que la semilla que ella sembró pueda seguir dando frutos a través de cada uno de nosotros.
Os invito, pues, a vivir este aniversario redescubriendo a la Madre Remedio y, abriéndonos a las inspiraciones del Espíritu, dejémonos interpelar por su ejemplo a fin de ser más fieles a su legado: así brillará mejor su luz en la Familia Tousiana.
“Cuando hay en el corazón amor de Dios, hay verdadera humildad” (J. T. Circular 1864). Este fue el secreto de la Madre Remedio.
Pido a nuestra Madre y Pastora que nos lleve a Jesús por el camino de la humildad y que, como Ella, sepamos “ponernos en camino al encuentro de la Vida”. Y, así, arraigados en Él, fuente de Agua Viva, podamos florecer como humildes violetas en el jardín de la Iglesia y dejar a nuestro paso el suave aroma del AMOR QUE NOS MUEVE.
Que la celebración de los 200 años del nacimiento de la Madre Remedio, nos siga animando a vivir con fidelidad creativa el carisma.
Os abraza vuestra hermana.
Mª Carme Brunsó Fageda.
Superiora General.
Barcelona, 8 de octubre de 2025.