El 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción de María, Dios me regaló la gracia de darle un Sí definitivo por medio de mi Profesión Perpetua. He vivido este momento con profunda gratitud por el don de la vocación religiosa que Dios ha hecho germinar en mi corazón y por el Instituto de Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor que, desde el primer instante, ha cuidado, fortalecido y procurado su crecimiento. Por eso, expreso con las siguientes palabras mi sentir y mi querer:
Quiero…
Quiero
vivir mi consagración
como único voto al amor,
como promesa hecha vida,
como experiencia que se explica sin palabras,
como asombro de realidad inesperada.
Quiero
que este día sea memorable,
como el nacimiento de un niño,
como un día de bodas,
como fotografía inolvidable,
como un último aliento
al encontrar al Amado.
Quiero
imprimir una huella en el corazón de muchos,
como Francisco de Asís,
con la pobreza desposado
y de corazón traspasado por el crucificado.
Como Santa Clara que de Dios contempló
su belleza y verdad
en el espejo de la eternidad.
Una huella capuchina, como el Padre José Tous,
de discretas palabras y de ardiente fervor;
de corazón ocupado
con devotos afectos que a muchos derramó.
Quiero
que mi vida signifique un ¡alégrate!
como un saludo gozoso,
como un entrañable abrazo,
como una amistad sincera.
Un “magníficat” como gratitud humilde,
como canto vivo,
como memoria del bien y portadora de promesa.
¿Por qué?
Porque he encontrado su amor
presente en mi corazón y he creído en Él.
¡Dios! Mi mayor secreto.
Hna. Mª Carolina Álvarez.