Isabel y María, adviento

Mensaje con motivo del Adviento 2021.

 “María os conducirá a Jesús” (Beato José Tous)

Entonces Isabel, exclamando con gran voz, dijo:

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;

y ¿quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a mí?”

(Lc 1, 42-43).

PAZ Y BIEN”

 

María, un nombre en los labios y en el corazón del P. Tous; un nombre y una presencia constante que se convierte en referente de vida para él. Un nombre y una presencia que acompañan su camino vocacional y, desde la experiencia, nos dice: “María os conducirá a Jesús”. En este inicio del Adviento y al finalizar el Año de Gracia en recuerdo del 150º Aniversario de la muerte del P. Tous, creo que debemos agradecer su más preciado legado: el amor a la Madre, en la que él confió y en quien descubrió un modelo de vida y un modelo en el camino vocacional.

 

Con frecuencia pienso que el P. Tous vivió la vocación capuchina desde el corazón de María; desde sentirse un niño en sus brazos, un niño que Ella diariamente presenta a Jesús. Me parece que, mirándola a los ojos, susurraba: “Me mantengo en paz como un niño en el regazo de su madre” (Sal 130, 2). Y, así, quería que viviesen las hermanas: “Reine entre vosotras la caridad, la paz, la armonía y la unión santa” (J. T. Circular 1864).

 

Paz, serenidad, humildad, amor, gozo en el espíritu. ¿No es el retrato del P. Tous viendo el espejo del camino vocacional de María? Este SER EN DIOS, lleno de confianza, le permitía caminar diciendo “Hágase” (Lc 1, 38) a lo largo de todo su peregrinar de fe. Mirémonos en Ella y dejémonos interpelar en clave de “vocación a la fraternidad”, regalada al recibir el legado de nuestro fundador. Por ello, os propongo adentrarnos en la profunda comunión que se establece entre María e Isabel, dos mujeres que se saben “vocacionadas” y se buscan porque tienen íntimos secretos que comunicarse de corazón a corazón, secretos que tan solo ellas pueden comprender, pues el paso de Dios en sus vidas ha sido maravilloso y misterioso al mismo tiempo.

 

En primer lugar, cabe destacar dos actitudes de María que la predisponen al encuentro con Isabel:

 

APERTURA CONFIADA: Escucha un mensaje que la centra en la acción todopoderosa de Dios y le confirma que Él lo puede todo: “También Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc 1, 36-37). Nada es imposible: ni la vejez, ni la esterilidad son obstáculos para generar vida, para ser fecunda. La esperanza le mueve a confiar más aún en la acción vivificante de su Señor y, después de escuchar estas palabras, pronuncia su SÍ. Una respuesta abierta a la vida nueva, a la maravillosa intervención de un Dios que sorprende fecundando las entrañas de una anciana y de una joven virgen. María comienza el camino vocacional cubierta por la sombra del Espíritu y animada por la acción fecundante del mismo Dios en su pariente. Desde el silencio y el asombro, María e Isabel comparten la vocación de ser madres en condiciones excepcionales porque para Dios todo es posible.

 

– SE PONE EN CAMINO, sin retrasos ni pereza: “En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa” (Lc 1, 39). Porque el amor es servicio, impulsa a correr e ir de prisa hacia el prójimo; así es María en el camino hacia el encuentro de Isabel. Se pone en camino para compartir una vocación, un don recibido gratuitamente; en camino para acompañarse en la respuesta incondicional al Creador. Desde la sencillez y la disponibilidad, María se pone en camino para compartir con Isabel, juntas, el itinerario vocacional.

 

Es así como se hace PORTADORA DEL ESPÍRITU: “Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo” (Lc 1, 40-41). Transmitimos lo que somos, lo que vivimos, lo que llevamos dentro; y María lleva el Espíritu. Cuando hablamos sale un soplo de nuestra boca, en María este es el soplo del Espíritu que transmite a Isabel, ya que con solo el saludo se conmueven sus entrañas. Las dos comparten los “gemidos inefables del Espíritu” (cf. Rom 8,26). ¡Inician la comunión fraterna! Desde la llama de la oración y los gestos de cercanía, María e Isabel comparten el vínculo espiritual de haber sido llamadas a una vocación común: engendrar vida en Dios.

 

Y exclamando con gran voz dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a mí? (…) ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1, 42-43. 45). Extraordinaria la respuesta de Isabel, un verdadero programa de relaciones fraternas para ustedes, Voluntarios Capuchinos que han sido tocados por el Amor, vocacionados al amor mutuo:

 

-BENDECIRNOS con los saludos, con las palabras, con las actitudes; bendecirnos con la sonrisa y la mirada

-RECONOCER la grandeza de cada persona: ¿Quién soy yo…? Desde la pequeñez y la humildad, debemos reconocernos “templos de Dios”: agradecidos por el don de los hermanos, alegrémonos por ellos, valorémonos y cuidémonos mutuamente.

-Sabernos BIENAVENTURADOS por haber creído. Tengamos la certeza que se cumplirá lo que el Señor nos ha dicho. Seamos discípulos a la escucha de la Palabra y compartamos lo que nos anima a vivirla cada día el Evangelio.

 

María e Isabel, dos parientes, dos mujeres llamadas a engendrar vida, dos mujeres tocadas excepcionalmente por Dios. Dos mujeres fraternas. ¡Qué alegría vivir así! Juan, el niño no nacido, lo percibe y salta en el seno de Isabel; y María lo expresa con su canto de alabanza a Dios: “Mi alma glorifica al Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” (Lc 1, 46-47). ¡Que de nuestro corazón brote un canto de alabanza y gratitud por haber sido escogidos a una vocación tan bella!

 

Sí, VOCACIÓN A LA FRATERNIDAD AL ESTILO DE MARÍA DE NAZARET: el mayor regalo del P. Tous para nosotros. Ojalá en este tiempo de Adviento, contemplando a María e Isabel, crezcamos en amor fraterno. Preguntémonos: ¿Cómo son mis “visitaciones” a los hermanos? ¿Cómo me dispongo? ¿Cuál es la apertura para descubrir en ellos el paso de Dios? ¿Me siento en comunión y comunicación profunda con ellos? ¿Cómo los acompaño en el camino vocacional? ¿Me dejo visitar y acompañar por ellos? ¿Les bendigo? ¿Reconozco en ellos la “obra de Dios”? ¿Comparto la fe que me anima en el día a día?

 

Como María e Isabel, también nosotros somos portadores de su Espíritu, escogidos para engendrar vida. Sería bueno podernos decir, unos a otros, con toda verdad y convicción: Bienaventurado, hermano mío, porque has creído en la Palabra del Señor que cada día te llama y te envía a ser testigo de su amor. Y, felices por la herencia carismática del P. Tous, pidamos con insistencia y confianza que Dios siga dándonos nuevas vocaciones para continuar haciendo vida este legado.

 

Que María, virgen fecunda, anime nuestro espíritu a clamar: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22,20) y nos obtenga el don de ser acogedores de su Palabra que engendra vida nueva y, a la vez, acogedores de la vocación de los hermanos, para que nos convirtamos así en “COMPAÑEROS DE GRACIA” en el camino vocacional que compartimos y “bondad en acción” en nuestros hogares y fraternidades.

 

Deseándoles un vivificante camino de Adviento, les abraza su hermana,

Mª Carme Brunsó Fageda.

Superiora General.

Barcelona, 28 de noviembre de 2021.