Mensaje con motivo de la fiesta de la Madre del Divino Pastor 2021

Mensaje con motivo de la fiesta de la Madre del Divino Pastor 2021

“Vuestra misión es hacer que todas las niñas que están a vuestro cargo para la enseñanza, sean dignas ovejuelas de tan buena Madre y Pastora Divina… y hacer que no salgan jamás del redil del Buen Pastor Jesucristo” .


Beat Josep Tous,
Carta 23-7-1864

 

¡PAZ Y BIEN!

 

“María eres tú mi paz interior, Pastora fiel que me hablas de amor, de tu mano yo confiada iré” (https://youtu.be/lXDfwVWDGXU). La melodía y la letra de esta canción compuesta en este año dedicado a nuestro Fundador, expresan una dulzura y un amor a María que, seguramente, si el P. Tous la hubiese conocido la habría cantado a menudo, pues recoge los sentimientos del corazón creyente hacia la Pastora que vela  nuestros pasos y, al mismo tiempo, la certeza de haber escogido el mejor cobijo para caminar en seguimiento de Jesús: el corazón tierno y bondadoso de su Madre. Una experiencia que se ha trasmitido hasta nosotros como legado de su espiritualidad mariana. Y, a la vez, esta es la MISIÓN que se nos ha encomendado: darla a conocer, ser personas rebosantes de amor a la Madre y Pastora.


Contemplémosla, pues, para irnos conformando a Ella. ¿Dónde se convierte María  plenamente en Pastora? La respuesta la tenemos en el Evangelio de Jn 19,25: “Junto a la cruz de Jesús”. Allí estaba ella, de pie, mirando al Hijo “cuando era maltratado, pero se sometía humildemente y ni siquiera abría la boca; lo llevaban como cordero al matadero, y él se quedaba callado, sin abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan” (cf. Is 53,7). Allí, de pie, sin desmayar, estaba la Madre compartiendo el sufrimiento del Hijo, un sufrimiento moral y emocional que la convertía en más creyente que nunca cuando todo era oscuro e incomprensible a los ojos humanos. El Buen Pastor ahora es el cordero en manos de los verdugos. ¡Misterio insondable! En pocos momentos pasa de pastor a oveja, de conducir hacia las verdes praderas a ser llevado al matadero. ¡Se entrelazan la vida y la muerte! Se unen, en un mismo horizonte de amor hasta el extremo: llevar a cabo la misión encomendada y engendrar vida nueva. Y allí, aprendiendo del Hijo, de pie, sin desmayar, está la Madre.


Allí Ella aprende a ser Pastora del rebaño que el Hijo le confía, acogiendo con dócil obediencia el encargo. Sí, será Pastora al estilo del Pastor Crucificado, es decir, velará por los hijos que están naciendo y recibiendo VIDA con la muerte del Pastor, el Ungido de Dios. Ciertamente, en el Calvario, Jesús nos dice: ¡Es tu Madre! ¡Mírala! ¡Mantén los ojos fijos en Ella! ¡Déjate amar por Ella! ¡Hazte hijo, hazte hija! Me parece acertado cómo lo expresó el P. Fidel Oñoro el pasado Sábado Santo:

 

“Es el último mandamiento que Jesús moribundo nos deja: Si quieres ser discípulo,      mira a María, aprende de Ella, de sus actitudes, de sus gestos, de su silencio, de su  maternidad. Déjate formar y educar por Ella. Repite su escucha, su alabanza. Entra en  comunión con su dolor, el dolor de quien ve partir un ser amado, de quien se le  desgarran las entrañas. Su capacidad de ser madre en el momento en que se le  muere el Hijo y se le da otro. (…) En el dolor de la madre contemplamos la capacidad   de generar vida y esperanza. A pesar de estar herida de muerte está más viva que      nunca, más luminosa que nunca. (…) Cuando todo se pone oscuro en el Calvario, Jesús pronuncia palabras luminosas; de vida, Jesús dice “Madre”; Jesús dice “Hijo”. (…) El     Calvario era un inmenso vientre del cual estaba naciendo con dolor una gran   novedad:  era un parto”.

 

Y el más bello fruto de este parto es el regalo de la Madre del Buen Pastor Crucificado para dar vida al rebaño. Es la raíz de su ser “Pastora” de las ovejas del Hijo, la Iglesia naciente. Una maternidad que se convierte también en una invitación para todos nosotros llamados a ser fecundos espiritualmente, a engendrar vida en el Voluntariado  y en la misión encomendada, Sí, estamos llamados a desarrollar nuestra maternidad, a tener mirada y corazón de madres con todos los hermanos. Y la mejor manera de aprender a ser madres de misericordia es tener continuamente delante el espejo de la Madre del Buen Pastor, tener ojos de hijos hacia Ella, pues son los únicos que saben ver de verdad, desde el Espíritu que lo hace todo nuevo. En definitiva, estamos llamados a vivir un parto constante, en la tensión entre el dolor y el gozo de dar a luz, de morir como el grano de trigo (cf. Jn 12, 24) y dar frutos según el querer de Dios.


¡Recomencemos! ¡Reconstruyamos la familia, la comunidad del Voluntariado y la misión! Una madre lo da todo por los hijos,  su amor es inagotable. Del mismo modo nosotros, de pie, sin desmayar, junto a las cruces de nuestro tiempo, “¡avivemos el fuego del don de Dios que hay en nosotros!” (cf. 2Tim 1, 6). En torno a la Madre y Pastora creceremos, porque la madre es el pilar del hogar. También cada uno de nosotros somos pilares en la edificación de los nuestros, ya que del P. Tous hemos aprendido a “imitar a Maria” (cf. Estatutos 2.5). Así, seremos constructores de hogares con sabor a Evangelio (cf. FT 1),  hogares con el calor de la fraternidad que abren caminos pascuales y vislumbran tiempos nuevos que se intuyen de relaciones cálidas y profundas.


Es lo que nos dice el P. Tous hoy si hacemos una lectura actualizada de sus palabras: “Vuestra misión es hacer que las niñas sean dignas ovejuelas de tan buena Madre y Pastora Divina… y que no salgan jamás del redil del Buen Pastor Jesucristo” (cf.  J. T. Carta  23-7-1864). Y me brota del alma: ¡CONFIANZA! Con la Madre y como la Madre y Pastora bondadosa, podremos “nacer de nuevo” (cf. Jn 3,3), impulsados por el soplo del Espíritu: “Ánimo, hermanos míos…” (cf. J. T. Carta 1868). Escuchando al P. Tous, levanto los ojos al Cielo y me parece oírle decir a la dulce Pastora:

Mira a tus hijos e hijas, pon tu mirada sobre ellos, protégelos;

cuida de cada una de estas ovejuelas que tanto quiero…

Acompáñalos en medio de cañadas oscuras para que sean constantes

y, al mismo tiempo, enséñales a ser acompañantes de quien camina a su lado.

Que cuando te miren, se sientan tan amados

por tu mirada misericordiosa que quieran parecerse a Tí

y se conviertan en hermanos acogedores, compasivos, sencillos,

de corazón abierto y mirada tierna y transparente.

Que tu serenidad les sosiegue, tu paz les pacifique,

tu humildad les anime a despojarse del orgullo.

Que cuando les acaricies sientan la presencia del Espíritu

y tu beso sea fuego que enardezca sus corazones

para no desfallecer en entregar la vida hasta el extremo,

siempre de pie, sin desmayar,

junto a la cruz del Cordero Pascual, el Buen Pastor e Hijo tuyo.

Que cuando te miren traspasada por la espada del dolor (cf. Lc 2, 35),

aprendan a ser perseverantes en toda circunstancia

y lleven a  su paso la suave fragancia de la fidelidad,

como Tú, Madre y Pastora, junto al Cordero Inmolado, nuestra Pascua.

 

Estamos seguros de que la Pastora bondadosa vela nuestros pasos desde el Cielo. Renovemos la confianza en Ella rezando, una y otra vez: En Ti, Madre mía dulcísima, he puesto mi confianza y jamás quedaré confundido.

 

Deseándoles una feliz fiesta de la Madre del Divino Pastor, reciban un abrazo fraterno de su hermana,

Mª Carme Brunsó Fageda.

Superiora General.

Barcelona, 15 de abril de 2021.