Mensaje con motivo de la fiesta de San Francisco 2022.
“Os aconsejo que viváis siempre en esta
santísima vida y pobreza”.
(Última Voluntad para las Damas Pobres)
PAZ Y BIEN.
El domingo pasado escuchábamos en el Evangelio las palabras: “No se puede servir a Dios y al dinero” (Lc. 16, 13). Y contemplaba a Francisco de Asís enamorado de Jesús crucificado, sus estigmas, su abrazo a la cruz… Él, el “poverello”, hizo una opción firme por Cristo y su Evangelio. Su primer gesto público ante el obispo Guido en su ciudad natal es iluminador: se despoja y entrega sus vestidos, signo de abandono en las manos de Dios Padre. Había entendido que no podía servir a Dios y al dinero; había aceptado la llamada a no poseer nada, a vivir solamente para Él. Y perseveró hasta la muerte en un camino de anonadamiento continuo por amor al Crucificado.
De lo que vive en la intimidad de su corazón habla a Clara y a sus hermanas en la Última Voluntad para las Damas Pobres:
“Yo, el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo y de su santísima Madre, y perseverar en ella hasta el fin; y os ruego, mis señoras, y os aconsejo que siempre viváis en esta santísima vida y pobreza. Y protegeos mucho, para que de ninguna manera os apartéis jamás de ella por la enseñanza o consejo de alguien”.
¡Qué síntesis de su experiencia vital! Nos da tres palabras claves para poder perseverar en esta vida y pobreza:
– “PEQUEÑUELO”: Una palabra que nos remite a frágil, débil…, pero también nos hace pensar en la semilla de mostaza (cf. Mt 13,31-32) que, siendo tan menuda, se hace grande y frondosa. Es el misterio de la pequeñez por la que opta Francisco para dejarse modelar por Dios, a través del fuego del Espíritu. Es el reconocimiento que sólo, desde el ABAJAMIENTO y la humildad, Él crece (cf Jn 3,30). Así lo vive, así nos lo dice: “Sólo en eso podemos gloriarnos: en nuestras flaquezas y en llevar a cuestas diariamente la santa cruz de Nuestro Señor Jesucristo” (Adm 5,8).
– “QUIERO”: El verbo querer nos indica el deseo de tener algo, de hacer lo posible para alcanzar una meta, incluso puede expresar necesidad. Francisco tiene necesidad y sed de Dios, desea vivir la pobreza de su Hijo y de María. Decide con firme VOLUNTAD seguir sus huellas, ya que ha encontrado el tesoro escondido (cf. Mt 13,44) y lo vende todo para poder comprarlo y poseerlo como el único absoluto de su vida: QUIERE seguir la vida y pobreza de Cristo y se hace pobrecito. No escatima nada para hacerlo posible: vive amando y abrazando al Amado desnudo en la cruz. Así lo vive y así nos lo dice: “Y dichoso es quien nada retiene para sí, restituyendo al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Adm 11,4).
– “PROTEGEOS… NO OS APARTÉIS JAMÁS”: Suena a sentencia. Bien claro lo dice Francisco a las Damas Pobres y también a nosotros: custodiad vuestro TESORO, guardadlo en el corazón, protegedlo de todo aquello que lo pueda dañar o robar…, porque lo llevamos en vasijas de barro (cf. 2Cor 4,7). Por eso es necesario estar velando en todo momento (cf. Mt 25,1-13) para detectar lo que nos puede apartar de este camino y alejarlo de nosotros. Así lo vive y así nos lo dice Francisco: “Por eso, dichoso aquel siervo que a tal enemigo lo mantiene siempre cautivo y se defiende sabiamente de él; porque, mientras hiciere esto, ningún otro enemigo visible o invisible le podrá dañar” (Adm 10,3-4).
Debemos pues, preguntarnos, analizando atentamente nuestra vida y el Voluntariado Capuchino de la Madre del Divino Pastor:
¿Qué nos puede apartar de esta bella y delicada vocación dentro de la Iglesia? ¿Tal vez algunas ideas de modernidad? ¿El consumismo? ¿El uso inadecuado de las redes sociales? ¿El cansancio de tanto nadar a contracorriente? ¿El miedo a ser rechazados? ¿La tibieza de la fe? ¿Dejarnos llevar por lo más fácil o cómodo? ¿El protagonismo? ¿La autosuficiencia? ¿La superficialidad en las relaciones fraternas o familiares? ¿La falta de perdón o el resentimiento? ¿La crítica o la murmuración? ¿La inconstancia? ¿Las excusas y justificaciones? ¿Un sí pero no?…
A Francisco, el hecho de ser pequeñuelo, de mantener con firme voluntad la decisión tomada y de guardar la vocación recibida, le llevan a PERSEVERAR. Su primer sí al Señor lo sostuvo con constancia día a día, no sin dificultades ni tentaciones. Segura-mente recordamos algunos episodios (cf. AP 34, 1Cel 16, LP 77, EP 81, 2Cel 115-116).
Cierto. La fidelidad exquisita al don de Dios se teje momento a momento, sin perder de vista el punto de partida y vislumbrando siempre el encuentro definitivo con quien es el Sumo Bien. Por ello, es preciso: cultivar un corazón limpio para poder descubrir su presencia en medio de las vicisitudes de la vida, buscarle cuando el camino se oscurece, amar sus manifestaciones, cuidar la amistad con Él, dejarnos interpelar por su voz en los hermanos, amarle en el rostro de quien se acerca a nosotros… En definitiva, debemos cuidar la vida espiritual. Así lo escribe Francisco en la Exhortación a Clara y a sus hermanas:
“Escuchad, pobrecillas, por el Señor llamadas,
de diversas partes y provincias congregadas.
Vivid siempre en la verdad
para morir en obediencia.
No viváis la vida de fuera,
puesto que la del espíritu es mejor”.
Sí, la vida del espíritu es mejor. La hemos saboreado y queremos perseverar abiertos a la obra de Dios en nosotros, alejándonos de todo aquello que nos pueda apartar. Queremos vivir recordando con gratitud el paso de Dios y queremos vivir con confianza y esperanza el porvenir, desde la pequeñez, la humildad, la pobreza y las tribulaciones, con serenidad y gozo en el alma, como verdaderos Voluntarios Capuchinos. Así, podremos hacer nuestras las palabras de Francisco: “Dichoso el siervo que atesora en el cielo los bienes que el Señor le muestra. Dichoso el siervo que guarda en su corazón los secretos del Señor” (Adm 28).
Que María, la Madre pobre, fiel y perseverante, sea nuestro espejo en el camino de la donación plena a Dios y que, como Ella, tengamos siempre la certeza de que “no podemos servir a Dios y al dinero” (Lc. 16, 13) y sepamos poner todos los medios para acoger la gracia del cielo, guardarla en nuestro corazón y, con su ayuda, no apartarnos nunca de “seguir la vida y la pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo” (UltVol).
Deseándoles una gozosa fiesta de San Francisco, reciban un abrazo fraterno de su hermana,
Mª Carme Brunsó Fageda.
Superiora General.
Barcelona, 24 de septiembre de 2022.