UNA JOVEN CAPUCHINA

UNA JOVEN CAPUCHINA

Mi nombre es Alicia. Nací en Bonanza (Nicaragua) en 1977, en el seno de una numerosa familia, sexta de los ocho hijos del matrimonio formado por Bartolo Romero y Blanca Larios. De pequeña y jovencita fui una de tantas otras chicas de mi edad; me gustaba la música, el baile, el cine, el baloncesto. Si hubiera nacido un poco más tarde, seguramente me hubiera enganchado a Internet y colgada del móvil, pero en aquellos años mi pueblo estaba poco modernizado.

Me gustaba también participar en las actividades religiosas, propias de mi entorno: las novenas, sobre todo la de Navidad, y las procesiones de la Madre del Divino Pastor. A menudo iba a Misa y hacía la oración del rosario. La primera persona que me habló sobre la vida religiosa fue la Sra. Luisa Salgado, al terminar la novena a la Madre del Divino Pastor. Yo, entonces, tenía 12 años.

Al cumplir 13 años leí un libro sobre San Francisco y recordé la conversación que había mantenido con la Sra. Luisa. Y, así, empezó en mí la idea de consagrarme totalmente al servicio de Dios y de los hermanos. Cuando hablé del tema a mis padres no se opusieron, pero me hicieron ver la renuncia que esta opción implicaba y sabían bien lo que tanto me gustaba: moda, música, baile, deportes, cine, etc.

Pero yo ya estaba decidida y en 1992, a los 14 años, llamé a las puertas del convento para conocer la vida de las hermanas. Antes de ingresar me pidieron la autorización escrita de mi padre porque era todavía menor de edad. Un 27 de febrero, día del P. José Tous, fundador de la Congregación, mis padres me acompañaron al convento. Como ellos me conocían muy bien no paraban de recordarme todo lo que echaría de menos … Y no tardé en darles la razón; al día siguiente de mi entrada pedí permiso a las hermanas para ir a casa a recoger el aparato de música.

Poco a poco, fui aprendiendo el sentido de la vida religiosa e hice mía la frase del Evangelio: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Me di cuenta que no podía vivir en dos mundos al mismo tiempo. En 1993 pasé a la residencia de aspirantes de las Capuchinas de la Madre del Divino Pastor en El Rama y allí, con una treintena de compañeras, cursé los estudios académicos, formación religiosa y compartimos las primeras experiencias apostólicas. Aquellos años fueron duros y pusieron a prueba mi vocación. Debido a las catástrofes naturales (huracanes) que destrozaron los sembrados de la zona, toda la población de El Rama se vio afectada por la escasez de víveres. La prueba fue superada con optimismo y, lejos de tirar atrás, en 1995 fui trasladada al convento de Managua para continuar mi etapa de formación religiosa y estudios académicos.  

En 1996 pasé a estudiar a San José (Costa Rica) donde viví cuatro años, continuando la formación, la reflexión y trabajando en el apostolado de la enseñanza de los niños y jóvenes, carisma específico del Instituto. Hice mis primeros votos temporales de pobreza, castidad y obediencia el 23 de noviembre de 1999, fiesta de la Madre Remedio Palos, primera religiosa y cofundadora de la Congregación.

Estuve unos días con mi familia y, luego fui destinada a Managua. Yo inicié con ilusión y confianza y con ganas de trabajar y poner en práctica los conocimientos adquiridos en los años de formación. Di clases de religión durante dos años en el colegio “Madre del Divino Pastor”, de Managua. Lo recuerdo como una experiencia inolvidable, sobre todo, por el contacto con los niños y jóvenes. El mundo es pequeño y la vida proporciona sorpresas. En 2001, esta Hermana Capuchina de la Madre del Divino Pastor, fue trasladada a España para comenzar una experiencia nueva en todos los aspectos de la vida: adaptación al país, a la lengua, a la cultura, en la Universidad, a todo. Aquí, en Cataluña, he continuado mi formación.

En todo momento he procurado seguir el ejemplo del P. Tous, viviendo con fe y confianza, sintiéndome muy estimada por María, Madre del Divino Pastor. El 11 de agosto de 2007, fiesta de Santa Clara, en la Parroquia de Santa Teresita de Bonanza (Nicaragua), mi pueblo, donde nací a la vida, a la fe y donde se desveló mi vocación de seguimiento de Jesús al estilo de Francisco y Clara, fui consagrada para siempre al servicio de Dios y de los hermanos como Capuchina de la Madre del Divino Pastor. En alabanza de Cristo.