Mensaje a los Voluntarios Capuchinos. Fiesta de la Madre del Divino Pastor 2020
“Imploramos la bendición del cielo para alcanzar la protección benéfica del buen Jesús y de nuestra dulce Madre, la Inmaculada Pastorcita” (Primer Diario de Bluefields, 20-3-1920).
“18 de abril de 1920. Fiesta de la Gentil Pastorcita. Nos levantamos bien de mañana y nos preparamos para oír la Santa Misa. (…) Comulgamos en la 2ª Misa. Si todos los días recordamos a nuestras hermanas, en este estuvimos unidas íntimamente. Nos era imposible olvidarlas y en todas nuestras conversaciones, las nombrábamos cariñosamente; casi las envidiábamos. ¡Qué tristes resultan las fiestas en medio de almas de distinto pensar y aspiraciones! Hacía un sol ardiente, el abatimiento se apoderó de nosotras y ni tan solo teníamos ánimo de levantarnos de la silla.
(…) Por la tarde, a las 4, disfrutamos de un espectáculo soberbio y majestuoso: la entrada a Santiago de Cuba. Es imposible describirla porque solo el Divino Artista es capaz de crear y dar a conocer tanta belleza. (…) Un montón de islas cubiertas de verde alfombra y frondosos árboles en las que destacaban casitas que, por ser tan pequeñitas y diversamente pintadas, parecían de feria, formaban la entrada al puerto. El mar inmenso las rodeaba formando espaciosas calles de plata por las cuales se paseaban hermosas lanchas. (…)
Entonces, sí que recordamos a la Pastorcita sin mancha. ¡Sí, todo nos hablaba! Tanta frondosidad, tantas montañas, tantos saltos y barrancos que nos parecía verla buscando por aquellos lugares la ovejita perdida y herida por el lobo maldito. (…) Acabamos el día entonando hermosas canciones a nuestra Madre la Divina Pastora y a su Divino Hijo, entregándonos al descanso con la sonrisa en los labios y la añoranza en el corazón”. (Primer Diario de la Casa-Colegio de Bluefields).
PAZ Y BIEN
Hasta 40 veces se nombra a María en el primer Diario de la comunidad de Bluefields con diversas invocaciones: Pastorcita, dulce Madre, Inmaculada Pastora…; todas ellas expresión de una tierna, amorosa y filial devoción de aquellas hermanas, transmitida de generación en generación, como resonancia de la gran confianza que el Beato José Tous tenía a la Divina Pastora. La invocan antes de emprender la travesía hacia tierras americanas, en medio de las tempestades, en el cansancio… y, sobre todo, a Ella y a Jesús, ofrecen sus vidas y les confían la misión encomendada.
Hoy, 100 años después, las recordamos vivamente y tanto ustedes como nosotras, las hermanas, nos hemos preparado para celebrar gozosamente tan gran acontecimiento. Las circunstancias excepcionales que vivimos a causa de la crisis mundial provocada por el COVID 19 nos impedirán poder llevar a cabo los actos previstos para el día 23 de mayo, pero nada nos impedirá celebrar espiritualmente la llegada de las primeras hermanas a América, ni mucho menos, dejarnos iluminar por los ejemplos de fe, esperanza y amor fraterno que ellas nos han legado. La incertidumbre, los miedos ante lo desconocido, la añoranza, la inculturación, saber desaprender para volver a aprender… les acompañaron; no fue para ellas, ni ahora para nosotros, nada fácil, por eso de continuo repetían ante las dificultades: “Todo sea para gloria de Dios y salvación de las almas”.
Y, hoy: ¿Cómo aceptamos y afrontamos las dificultades, temores, inseguridades… que se derivan de la situación de pandemia que vivimos? Si dedicamos tiempo a contemplar a la “dulce Pastorcita”, como nuestras hermanas hace cien años, en su rostro, en su mirada y en su iconografía (según la visión de Fray Isidoro de Sevilla) podremos descubrir rayos de luz para nuestro camino: la fe, la plegaria, la intercesión, la fortaleza, el acompañamiento, la acogida, la ternura, la generosidad, la misericordia, la confianza en la providencia… A continuación, una muestra a modo de ejemplo:
A.- Sentada sobre la roca: Una imagen que nos evoca fortaleza y sosiego. La solidez de la roca o de la piedra, en este tiempo pascual, nos recuerda a Cristo la “piedra que rechazaron los constructores y que ahora es la piedra angular” (cf. Hch. 4, 11). Sobre ella, la roca, construimos nuestra casa, nuestra vida, nuestra opción vocacional, nuestro seguimiento según el carisma
capuchino, el anuncio de la Buena Nueva… Y, sentada como está, María es la imagen hecha realidad de las palabras del salmista: “Descansa solo en Dios, alma mía” (Sal. 62, 2). Siempre, pero especialmente en este tiempo de pandemia, nos transmite el sosiego y la serenidad del alma para ser portadoras de paz y acompañantes de la familia y de todos aquellos con los que nos comunicamos a través del teléfono y de las redes sociales. Madre de Jesús, el Buen Pastor, concédenos ser cristianos edificados sobre la Roca y silenciosamente acogedores de quienes nos miran o se acercan a nosotros.
B.- El báculo: Ayuda en el camino, punto de apoyo para tomar impulso. La fe en Cristo es nuestro soporte y la firmeza para caminar con esperanza y confianza. Día a día, en este tiempo de pandemia, como Tomás, expresamos nuestro reconocimiento y adhesión al Hijo de Maria: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn. 20, 28). Madre de Jesús, el Buen Pastor, reza con nosotros el Credo y alienta nuestra fe iluminada por la resurrección de tu Hijo, “Camino, Verdad y Vida” (Jn. 14, 6).
C.- El zurrón: Espacio para lo imprescindible cuando emprendemos el camino, cuando nos disponemos a estar en salida. ¿Qué hay en nuestra mochila para compartir en estos tiempos de pandemia? Tal vez tengamos que redescubrirnos y hacer trabajar los talentos personales (cf. Mt. 25, 14-30), tal vez somos portadoras de un tesoro demasiado escondido (cf. Mt. 13, 44). Madre de Jesús, el Buen Pastor, enséñanos a descentrarnos del yo y mueve nuestros corazones a la generosidad, a la solidaridad, a ser pan tierno que se deja partir y se sabe repartir entre los hermanos más cercanos.
D.- El sombrero: Nos remite a la protección ante las inclemencias climatológicas (viento, lluvia, etc.). Y en este tiempo de pandemia… ¡cuánta protección nos hace falta! Tanto la que pedimos a Dios para que detenga el “azote de la peste” (Sal. 91, 3 ) como la que nos ofrecemos unos a otros para evitar los contagios. Pero también nos convertimos en “sombreros” cuando procuramos el encuentro y la apertura a los hermanos compartiendo las angustias o incertidumbres de estos momentos, cuando tenemos detalles fraternos con ellos para ayudar a liberar tensiones… Madre de Jesús, el Buen Pastor, haznos delicadas en el trato, en la escucha, en el hablar, en los gestos… para que seamos cobijo los unos para los otros.
E.- Las rosas en la boca de las ovejas: Nos identificamos cada uno de nosotros con estas ovejitas que se acercan a la Virgen. Ella las mira y nos mira con ternura y misericordia. En este tiempo de pandemia, con nuestras rosas de amor y la oración buscamos la segura intercesión de la Madre del Cielo, que tanto nos entiende porque caminó en esta tierra en medio de nubarrones y tempestades hasta llegar al pie de la Cruz donde concluyó su “Hágase” (Lc. 1, 38). Dejémonos guiar por nuestra Pastora y, al mismo tiempo, mirémonos en Ella que sabía “guardar todas las cosas en su corazón” (Lc. 2, 19), mientras susurramos de continuo, como una suave melodía, el Avemaría: ruega por nosotros y por todos “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Madre de Jesús, el Buen Pastor, cuida nuestros pasos y haznos hontanar de ternura y amor misericordioso para quienes caminan a nuestro lado.
F.- El arcángel san Miguel: Le vemos en la lejanía cerca de la oveja descarriada y nos hace recordar al salmista cuando recita: “El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege” (Sal. 34, 8). La libertad nos permite decidir y no siempre orientamos nuestra brújula hacia el Norte. Y en este tiempo de pandemia, es muy cierto que las ideas, los sentimientos y las emociones se remueven. Es bueno ponerlo todo en las manos providentes de Dios que se hace visible a través del amor de los que viven en casa y de tantas personas que se ponen al servicio del prójimo: seamos agradecidos con estos ángeles. Madre de Jesús, el Buen Pastor, líbranos del orgullo y danos la mano para saber “hacer lo que Jesús nos diga” (cf. Jn. 2, 5) y convertirnos en presencia de Dios al servicio de todos. Al llegar a este punto, sentimos el deseo de querernos parecer más a María e intensificar nuestro amor a Ella (ver Estatutos Cap. 1, 2.5). Asimismo, invoquemos su mediación a fin de que nos mantengamos abiertos al soplo del Espíritu Santo para poder discernir los signos de los tiempos, interpretarlos y dar las respuestas que Dios espera de nosotros tanto a nivel personal como social y eclesial.
Al mismo tiempo, encomendamos a nuestra Madre y Pastora a todas aquellas personas que más sufren a causa del coronavirus y, también, a los médicos, las enfermeras y los científicos que están en primera línea para combatir la pandemia, a todos los que trabajan en los servicios para que nos podamos abastecer de todo y a los gobernantes a fin de que tomen decisiones acertadas para el bien de la población. Ojalá que, como aquellas hermanas enviadas al continente americano, sepamos confiarnos continuamente al corazón de tan Dulce Pastorcita y vivamos siempre, bajo su mirada misericordiosa, llenos de paz y serenidad. Al mismo tiempo, le agradecemos que haya querido hacerse presente durante todos estos meses de preparación del Centenario por medio de su imagen “peregrina”. Deseándoles una fiesta de nuestra Madre llena de gozo espiritual, les saluda fraternalmente su hermana,